"Im not a fxxckin rockstar"
Una vez que los valores locales de Juramento y Proyecto Grial dejaron el ambiente listo para la salida de la bestia, el británico se dejó ver tras las cortinas e inmediatamente regaló un show de alto voltaje. Ofreció toda su energía disponible. Energía suficiente para conmover un recinto de Studio Theater colmado. En este sentido, fue una gran noticia para una escena metalera cordobesa que venía necesitando convocatorias cómo ésta gracias a una valiente apuesta de Tempo Producciones, en tiempos difíciles.
Acompañado de una banda de argentos que lo enmarcaron musicalmente con muchísima altura, Di'anno repasó los clásicos que lo llevaron a ser quien es en el mundo del metal, iniciando el ritual con "Wrathchild" y cerrándolo nada menos que con "Iron Maiden". En el medio, revoleó una bolsa de himnos que debían estar si o si y estuvieron, para delirio de un público que pudo interactuar con él repetidamente. Promediando el show, un heavy cordobés desde las vallas le pidió que mire a la cámara de su celular para una selfie. A lo que Di'anno respondió con palabras de Lord Inglés y tonos de viejo cascarrabias "Estoy cantando en un concierto, después de eso lo hacemos". Oficio, oficio puro. En otra pausa, un muchacho en estado etílico elevado le gritó desde abajo que cante "Aces High". Paul, mirándolo a los ojos, con un desquiciado gesto donde la cara se pone mucho más adelante que los hombros le respondió "¿Que dijiste? Esa canción es de Bruce Dickinson. Está buena, pero no va a suceder. Así que cállate la pu7@ boca". Luego se rió como en casi todo el concierto.
Fotografía: Claudio Pérez
Cuando pasó un poco más de una hora, el vocalista recordó que Córdoba lo había recibido anteriormente y, con cierta nostalgia y hasta alguna lágrima, hizo consciente lo compartido y se abrió profundamente con el público respecto a su gran pesar: el de no poder caminar. Ahí fue cuando respiró profundo, hizo un breve silencio y dijo sentidamente "Los amo". Acto seguido remató su momento catártico y tiró "Sigo luchando contra el diablo", mientras le levantaba el dedo del medio... mirando hacia abajo, como hacia el infierno.
A juzgar por su carrera y por el show que dio en tierras sanavironas, jugamos con las palabras de las lineales traducciones de los vinilos argentinos para concluir que Di'anno jamás será el hijo prodigio en la historia de Iron Maiden, más siempre llevará el título de aquel auténtico chico colérico que fue contra las poses del mundillo de los flashes y eligió seguir corriendo libre.
Un tipo sentado en una silla de ruedas, cantando, bebiendo, maldiciendo y riendo. Desnudándose en sus más íntimas debilidades, Paul Di'anno mostró por qué no es un rockstar ni lo será. Simplemente, porque le importa un carajo. Es tan humano como nosotros, pero con el espíritu mucho más fuerte que su cuerpo. Porque a veces el talento queda colgado como un simple adorno, cuando por encima de él están las ganas de seguir viviendo de manera verdaderamente auténtica.
Pasó la bestia y se mantiene vivo, hasta cuándo él lo decida y pase a ser un fantasma más de la ópera del metal.