Crónica de una panza llena
Con una gran concurrencia la noche tenía todo lo que debía tener. La Plaza Glotona con distintas propuestas dejó varios corazones contentos, se pudo degustar hamburguesas gourmet, helados tailandeses, comida árabe y distintos tragos. Malabaristas con fuego, luces de feria. Grafitteros y una carpa en la que se tatuaba en vivo.
La música fue sin dudas la frutilla del postre. Con dos escenarios y 8 propuestas, el predio se llenó de buenas vibras y sonido del bueno. El escenario alternativo propuso calidad y variedad con músicos en su mayoría de Río Tercero. Allí pasó con su propuesta pop-rock y estrenando trabajo discográfico el joven Sergio Cuello y le siguió la reciente formación musical Augusto y Augusto con un repertorio mayormente folclórico que no tuvo puntos en común con la fuerza rockera que los Mey Dey dejaron en el escenario.
El Viajante, como ya nos tienen acostumbrados, hizo vibrar el escenario mayor con toda la potencia y a puro rock. Una de las bandas destacadas del año que no para y que cada día está mejor. Mucho mejor.
El escenario principal esperaba la actuación de grandes formaciones musicales. Cony la Tuquera brilló como una de esas bandas que le escapan a los catálogos. De lejos parecen un grupo de cuarteto cordobés, pero con un poco de atención se puede encontrar otra búsqueda detrás del agite. Luego subió la banda de Río Cuarto Kingstom Jam que pareció ir como anillo al dedo al festival con un set de reggae y ska con el que abrieron la pista de baile de la noche.
Uno de los mejores momentos del festival fue la presentación de Edu Schmidt. El ex Árbol cautivó a los presentes, jóvenes y no tanto, con un show íntimo y pegadizo. Repasó momentos de Árbol y cantó canciones de su último disco solista Loco!. En el escenario lo acompañaron Mariana Pellegrino (quién grabó guitarras en el disco) y Seba Tissera, músico local.
El gran cierre estuvo de la mano de Los Caligaris. Un show de alto nivel y sin fisuras. Una hora de estridencia en el que no dejaron nada librado al azar. Con el humor y la puesta en escena que los caracteriza llenaron de baile la noche. No quedó nadie que no hiciera coros y moviera los pies acompañando todos los hits de los cordobeses.
Una noche que demostró que se puede ir por apuestas grandes y que Río Tercero podría ser una plaza para bandas y movidas artísticas. Un gran mérito para la organización que no dejo detalles librados al azar. Desde la elección del predio que permitió movilidad del público y una linda vista, pasando por la coordinación de dos escenarios y la calidad del sonido.