Cine y Filosofía: a cerca de la película Esquirlas.
Ver la película Esquirlas (2020) no tiene desperdicio porque la considero una obra maestra del séptimo arte. En el momento de apertura, previo al 3-11-95, el film comienza recorriendo algunas postales cotidianas de la familia Garayalde. A través de un testimonio miniatura, tomado por la cámara de dos niños, se nos muestran retazos de esa cotidianidad familiar. Micro relatos, memorias mínimas, biografía. Los hermanos Garayalde tuvieron una niñez hecha de estímulos culturales. Accedieron a una vida llena de herramientas: con una madre profesora de historia y un padre médico, en su casa se leía el diario, se hablaba de política, había juguetes -entre los cuales se destaca la cámara-, pileta, mascotas, amistades y mucho amor. Cuando los niños en cuestión toman la palabra estos elementos se reflejan, por ejemplo, en la riqueza de vocabulario.
Natalia, la directora y voz en off del film, nos dice en primera persona que “fue el último año en que me animé a dormir sola, por entonces todavía me gustaba el olor de la ciudad”. El viaje del globo luminoso de papel que tiraron esa noche festiva de diciembre se ve interrumpido abruptamente, como si cambiáramos de canal. Pensado desde nuestro presente de espectadores, las siguientes imágenes van sucediéndose como por efecto de flashbacks. Explosión, humo, esquirlas, escombros, corridas, llantos, gritos: absoluta desesperación de gente presa del pánico por estar en una guerra sin guerra. Este movimiento nos lleva de adentro hacia afuera, del entorno familiar al social, de lo micro a lo macro. Allí es cuando reaparece la voz en off de Natalia: “en la radio nombraban a los muertos. Decían que si una bomba caía sobre un tanque químico el desastre podía ser mayor. (...) Entonces escribí el nombre de mi hermana mayor en un cuaderno para mantenerla viva. Ella pasó la noche sola en la casa”.
Ahora bien, abramos un primer paréntesis. Nuestra idea desde un principio fue reflexionar acerca de las rupturas y continuidades de las violencias estatales en democracia. La pregunta que se abrió ante nosotros en primera instancia es: ¿Cómo fue posible que ocurriera un hecho de estas características? Avanzando al respecto de esta problemática emerge el siguiente interrogante ¿Qué estrategias se dan las democracias para lidiar con traumas sociales de estas dimensiones? En la película Argentina 1985 (2022), de Santiago Mitre, hemos observado una versión del paradigma de la justicia transicional. El juicio a las Juntas militares es un ejemplo elocuente de estos intentos de refundar una comunidad después del crimen: “porque para pasar de página, al menos hay que haberla leído antes”. Con todas sus limitaciones, avances y retrocesos, la Argentina es pionera en la búsqueda de reparar las atrocidades perpetradas por el estado terrorista y en el enjuiciamiento de los responsables.
Si en este punto retomamos el análisis de Esquirlas, en contraposición a lo dicho en el párrafo anterior, quizás pueden apreciarse mejor los esfuerzos de aquella dirigencia política para garantizar el encubrimiento y la impunidad frente a lo que hoy sabemos fueron acciones deliberadas de un estado terrorista. Los invito a repasar la conferencia de prensa del presidente que se jactaba de haber leído las obras completas de Sócrates, Carlos Saúl Menem: “Según el informe recibido, se trata de un accidente y no de un atentado. Ustedes tienen la obligación de difundir estas palabras”. (Fíjense lo imperativo de esta sentencia). Si bien en Esquirlas solo aparece recortado este único fragmento del discurso, me tomé el trabajo de transcribirlo completo para ustedes. Continúa su alocución el ex-presidente: “No (deben) entrar a dudar sobre lo que estamos diciendo. Porque el que duda debe tener algún fundamento y no una llamada telefónica que la puede hacer cualquier irresponsable”. Claro que sí, dicho sea de paso, precisamente ese es el núcleo filosófico de la discusión: no dudar por dudar sino en base a buenos fundamentos. Acto seguido toma la palabra el gobernador de la provincia de Córdoba, Ramón alias “el Chancho” Mestre, presente en la misma mesa: “que los medios de difusión de nuestra provincia y nuestro país descarten totalmente la posibilidad de que esto se trate de un atentado. Esto ha sido un lamentable accidente y hay que entenderlo de esta manera, por encima de la investigación que se haga y que los peritajes determinen cuáles fueron los elementos causales de ese accidente. Pero las seguridades están de que no estamos frente a un atentado”. El ex-gobernador se atreve a ir más allá en su negacionismo y esta última parte del discurso expresa su desconocimiento de los aspectos técnicos de la voladura, dado que el trotyl explota solo por detonación, es imposible que lo haga debido al fuego ocasionado por la chispa del motor diesel de un montacargas. Quiero decir que son precisamente los elementos causales los que nos demuestran que no se trató de un accidente sino de un hecho intencional.
En todo este segundo bloque más político del film, los cuerpos también hablan. En la gestualidad del gobernador, el presidente y el juez, se manifiesta un cinismo dirigencial, profiriendo mentiras descaradas con las risas socarronas del poder. Incluso puede percibirse cierta megalomanía en los gestos de estos funcionarios, algo sobradores o con sentimientos de superioridad. Será por eso que el juez frente a la interpelación de los periodistas se permite la frase: “Debemos tranquilizarnos un poco, hacer una pausa”. Palabras representativas de la distancia olímpica entre dichos personajes públicos y el común de la gente.
Es notable el fuerte contraste entre esas voces cómplices del encubrimiento y el discurso de la ciudadanía. Por ejemplo, hagamos zoom en la entrevista de los medios al matrimonio Garayalde frente a su casa. La madre transmite claramente la conmoción de una sociedad civil que quedó detenida en el tiempo aquél 3-11-95 y la lucha colectiva emprendida por sobrellevarlo: “lo que no se va a poder de ahora en más es olvidarse de todo esto, todas las mañanas levantarse y pensar en lo que pasó el viernes. Lo que hay que hacer ahora es unirnos todos y ver/buscar la forma de que esto se resuelva, no el problema de hacer las viviendas en otro lado sino ver qué es lo que va a pasar con todo el sector industrial”. Después vemos que la película se enfoca en la figura del padre. El periodista le pregunta cómo les dejaron construir viviendas a 200 metros de un polvorín, algo que en principio parece inexplicable. “FMR3 se hizo a 3 kilómetros del ejido urbano, como medida de protección o para evitar que pudiera ocurrir algún siniestro. Totalmente falso, porque cuando se construyó también hicieron el barrio en el mismo predio. Es cierto que estos terrenos estaban despoblados hace 20 años, pero teniendo en cuenta que la gente que trabaja en la fábrica vive en la fábrica, hay escuela, iglesia, policlínico, club, entonces quiere decir que no hay peligro. Hay que sacar el polvorín, no las casas del lugar. Y está el peligro de las plantas químicas”. Desde el vamos Esteban Garayalde argumenta muy bien su postura crítica, señalando el punto ciego del relato oficial. Allí es cuando vuelve la narración en off de Natalia: “papá tenía metido en la cabeza que el aire estaba contaminado por los explosivos. Teníamos la boca seca porque había fósforo blanco en todas partes, aunque no lo viéramos”.
Luego la secuencia sigue con su padre: “Qué poder tiene la gente para tomar decisiones, porque hay tanta acumulación de poder económico que si acá un buen día un señor dueño de las plantas químicas se levanta y decide que se quiere ir, se va. Río Tercero queda sin fuentes de trabajo. Entonces eso es una especie de chantaje, nosotros cómo podemos estar controlando a las empresas químicas si tenemos siempre la amenaza de perder la fuente de trabajo”. Este importante cuestionamiento alrededor de la escasa participación democrática en la toma de decisiones y la concentración de riqueza económico-industrial continúa vigente.
Según el Coronel Cornejo Torino, ex directivo de Fabricaciones Militares, no había más nada que pudiera entrañar algún peligro. Sin embargo, el 24-03-95 algunas bombas se activan en cadena y vuelven a estallar sometiendo a la población local a nuevos shocks traumáticos. La cámara regresa a las manos de su padre, mientras la voz en off nos cuenta: “Mi viejo quería sacarles radiografías a las bombas para saber si aun representaban algún potencial peligro”. Esteban ofrece más testimonios: “Hoy es 25-11-95, esta bala cayó ayer. El pueblo al poder con las armas”, remata con fina ironía. “Pero las armas casi nunca son del pueblo, papá”, le responde su hija desde el futuro.
En las pruebas que intentaron recrear el fuego primigenio, supuesto elemento causal de la explosión, utilizaron trotyl líquido que estaba adulterado. Para entenderlo mejor, es clave la figura de Omar Gaviglio, otro pequeño gran héroe civil, que nos devuelve a la idea del filósofo ciudadano. Testimonio de su resistencia cívica es la demostración experimental con la que hace frente a la acusación falsa. Con él intentaron cortar el hilo por lo más delgado, pretendían usarlo como chivo expiatorio, pero con escasos y precarios recursos él logra desmontar una pericia espuria. También cabe reivindicar a Ana Gritti, esposa de una de las víctimas fatales del 3-11-95, que fue una abogada querellante que investigó y se enfrentó con mucha valentía al juez de la causa, otro cabal ejemplo ciudadano de que la verdad se milita, se construye, se conquista. Ese hilo “socrático” que une a los preguntadores impenitentes en su búsqueda de la verdad: Davis, Gaviglio, Gritti… Como el fiscal del juicio a las juntas militares en Argentina 1985, que no bien se entera del injusto fallo ya se sienta a redactar la apelación.
Nadie sabe lo que puede un cuerpo.
A pesar de que la directora se proponía retratar la guerra de los balcanes como correlato, lado b, marcas en el tanque de agua “la gloria se adquiere a un precio”. Se dice “debería poner una escena de refugiados o aprender a pronunciar los nombres de las víctimas bosnias y serbias”; pero la cinta moebius de su historia de vida la empuja a quedarse en la casa de barrio fábrica.
La directora de Esquirlas, en principio, ni recordaba que tenía estos archivos fílmicos. El conjunto del montaje está atravesado de un sentido personal que tiñe o irradia cierta tonalidad afectiva. Resulta que otro puente asocia dramáticamente a estas historias de vida. Así como Ana Gritti muere de cáncer, la hermana y el papá de Natalia Garayalde también. A la par de este hallazgo azaroso de videocassettes caseros, Natalia sale de la casa familiar y decide filmar para pensar en otra cosa. De modo que accedemos a postales del 2012: calle esperanza, lago piedras mora y perímetro del polo fabril. En las imágenes nocturnas puede observarse el humo de los gases con mayor claridad. La narrativa espeja el cáncer y los proyectiles: radiografías con manchas de tumores y del muy potente veneno utilizado en FMR3 presente en los misiles. Sirenas y simulacros en el ámbito escolar. Aislamiento preventivo en las aulas: sellar ventanas, prender ventiladores y encender la radio. De niña aprendió de memoria los nombres de los químicos y su efecto en la salud humana. Encuentra escrito en un cuaderno de entonces: “¿cómo son las esquirlas de una explosión química?”.
La voz en off habla de su padre: “Me dí cuenta (que tenía cáncer) antes de que me lo dijera”. Celebración y melancolía, formas entrelazadas del duelo: trabajar, procesar tan íntimas pérdidas. Baja luz de la escena de lectura, en la silla de ruedas, voz que se escucha con muchas dificultades en la dicción entrecortada-quebrada. El poema acaso sugiere que habla de su hermana mayor, hija del lector. Natalia comenta que “las imágenes sobreviven a los cuerpos”. El juego de la imagen proyectada en negativo y el final musical, triste pero no menos bello.
Excursus. Contexto histórico político y otras yerbas.
¿Cómo se cuenta la historia de la guerra y la paz desde la periferia latinoamericana? Haciendo excepción con la Guerra del Paraguay, De Liniers y San Martín a Menem, puede decirse que la participación directa o a través de la venta ilegal de armas en conflictos bélicos extranjeros significó romper abruptamente con una tradición ilustrada, pacifista, humanista y de neutralidad en las guerras mundiales. Además de no respetar estos valores fundamentales, la falta de fraternidad con el pueblo peruano, heróico aliado durante la guerra de Malvinas, país hermano al que el gobierno menemista le da la espalda con el tráfico de armas a Ecuador. Otra contradicción flagrante es la que había entre las apariencias o imagen proyectada por los medios de comunicación de la Argentina ante el mundo y la acción ilegal-clandestina sostenida por el gobierno. El “maquillaje” del armamento vendido, la limpieza de sus marcas de origen (sello del ejército argentino, inscripción FMR3, etc) fue parte de esta estrategia. Así como los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) que indicaban espuriamente a Panamá y Venezuela como destinos de las exportaciones.
Podemos observar que existió una trama de encubrimiento común a los tres atentados de la década del ´90: Embajada de Israel (1992), AMIA (1994) y Fábrica Militar Río Tercero (1995). Este trágico hecho acaecido un 3/11 hace 27 años tiene el agravante de ser un crimen de estado, por lo que muchos solemos caracterizarlo como terrorismo de estado. Incluso podríamos argumentar que guarda un parecido “de familia” con los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura cívico, militar, eclesiástica y judicial. Se tratan de delitos contra la humanidad definidos por el carácter irreparable de los daños causados sobre la población civil, con el agravante de ejecutarse por un Estado que según la Constitución debe velar por la integridad de sus ciudadanos y la ausencia de cualquier hipótesis de conflicto interno o guerra. En estos casos la aplicación de ningún resarcimiento económico es suficiente a modo de paliativo y además suele ser interpretado como un intento de sofocar la lucha social por la memoria, verdad y justicia. Hebe de Bonafini, Madre de Plaza de Mayo, lo dijo con claridad: “A la vida de nuestros hijos nadie le va a poner precio. Quiero preguntar qué se van a comprar con los 90.000 dólares, un auto nuevo, van a salir a manejar un auto nuevo que le dieron porque le asesinaron a la familia, se van a comprar un nuevo piso, ropa tal vez que les va a pesar como una chapa de plomo, o comida que se va a poner fea porque lleva la sangre de los nuestros? Nos da asco que alguien piense en cobrar y le ponga precio a la vida de nuestros queridos 30.000 desaparecidos”.
Trailer Esquirlas:
El documental se puede ver en: