AL BORDE DE LA CORNISA
Anoche tuve la oportunidad de ver “AL BORDE” (Futurock 2023), el nuevo documental del cineasta César González. Se proyectó simultáneamente en salas de cine, centros culturales, universidades y unidades básicas de todo el país. Generar ese encuentro comunitario a gran escala fue uno de los objetivos del director, una apuesta para pensar con otros acerca de la situación límite que nos atraviesa como pueblo. La obra pretende intervenir de manera concreta en la realidad que nos toca, convertirse en un instrumento más de la discusión política que nos convoca, y ya no únicamente dar testimonio en tiempos difíciles o ser mera denuncia.
Desde antes que comenzara el visionado, César hizo explícitas sus intenciones: “con AL BORDE quiero aportar mi granito de arena para frenar el avance de la ultraderecha o, mejor dicho, del protofascismo”. El título del trabajo es sugestivo, nos trae imágenes distópicas que ilustran el presente momento político: peligro a desbarrancar por el precipicio, caída en el abismo, agujero negro, salto al vacío, suicidio político, pulsión de muerte, autodestrucción. En este sentido, el archivo de época y las preguntas a la gente de a pie de a ratos te eriza la piel y en otros te saca una carcajada de incredulidad. La película produce con mucha virtud ese reconocimiento de sentirnos estupefactos, espectadores y actores de un mismo drama en las pantallas y en nuestras vidas.
La cámara de González es, por esencia, plebeya: no representa a los de abajo sino que asume ese posicionamiento filmando con perspectiva de clase. Su narración enfrenta sin ambages la contradicción estructural entre capital y trabajo, lo cual es toda una definición política. Se nota que el director reniega de la esperanza ciega y no firma cheques en blanco: cada uno se puede empoderar para levantar el dique de contención. Su ojo barre y nos ofrece pinceladas de la vida cotidiana en calles, plazas y monoblocks de las barriadas populares de CABA, la Matanza y Tucumán. Los protagonistas ganan voz propia y son escuchados sin caer en ninguna subestimación. Este juego dialógico de simetría por momentos se interrumpe cuando los dirigentes políticos toman la palabra y aparece un distanciamiento olímpico de la realidad efectiva. Dicha desigualdad con los representados también tiene género: entre las manos y rostros precarizados que se entretejen en la economía popular sobresale el colectivo de mujeres como sostén de solidaridad incluso cuando más arrecia la crisis.
El arte militante, la estética, algunos planos y la sonorización, inscriben esta película en la tradición del cine revolucionario argentino y latinoamericano. Al verla recordaba los invaluables proyectos del grupo Cine de la Base y el grupo Cine Liberación, creadores de verdaderos clásicos como “Los Traidores” o “La Hora de los Hornos”. En este sentido no es menor el seudónimo con el que muchos conocimos a César, “Camilo Blajaquis", adoptado tras el impacto que le causó leer “¿Quién mató a Rosendo?” en la cárcel. Con esto quiero decir que en su perfil y propuesta hay una fuerte identificación simbólica y política con la generación diezmada, generación de la que sobresalen nombres propios de cineastas combativos como Raymundo Gleizer y Pino Solanas.
Las comparaciones son odiosas, es cierto, pero creo no caer en arbitrariedades si ubico a otro documental político de reciente creación en la saga del mismo género fílmico. En vísperas de la asunción de los Fernández, el cineasta Tristán Bauer presentó “Tierra Arrasada” (2019), una obra interesante que hacía un balance crítico del gobierno de Macri y miraba con optimismo la amplia resistencia que encontró su gobierno antipopular. Entre los hechos políticos retratados que hoy cobran relieve histórico, cabe mencionar el masivo rechazo a la reforma previsional en el año 2017, expresado en multitudinarias protestas callejeras cuyo epicentro fue la Plaza de Mayo. Otro acontecimiento que adquiere centralidad fue la mega estafa firmada por la gestión amarilla con el FMI en 2018, nefasto acuerdo sin precedentes a nivel mundial. Considero que en el relato de Bauer el punto ciego de la crítica política es su excesiva confianza en la promesa de volver mejores, allí romantizaba “los años dorados” del kirchnerismo, postura que lo puso en un lugar de enunciación limitado. El tono plebeyo, la búsqueda de una escucha desprejuiciada a los de abajo, el carácter autogestivo de la producción, la radicalidad de la crítica, el no tener nada que ver con la propaganda partidaria, me parece que convierte a “AL BORDE” en la superación de su antecesora.
Invito a que se hagan un lugar para ver la película. Echa luz a la comprensión de que la figura carismática de Milei no es más que un síntoma social, es decir, la gota que rebalsó el vaso. El liderazgo vacío de Milei se explica por la desesperación económica de las mayorías y la anti política reinante en el humor social, agravado fuertemente por el pacto electoral con Macri que lo transforma en una amenaza de poder real. En este marco que enciende todas las alarmas democráticas, gestos de generosidad y lucidez como el de González adquieren mayor valor y potencialidad. Ojalá sean melodías que nos sirvan para entonar una nueva canción política, porque sin distribución de la riqueza el neofascismo nos va a aplastar.
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